El Maestro y su discípulo paseaban tranquilamente por los jardines del
Monasterio. Era una mañana gris de Marzo en la que se presagiaban los
comienzos de la Primavera.
-“Maestro, quisiera pedirle consejo. Tengo una persona a la que me gustaría
perdonar pero no lo consigo. Me ha hecho tanto daño que, a lo más que llego,
es a intentar no desearle mal, pero no puedo practicar el perdón con ella.”
El Maestro siguió andando guiando a su discípulo hacia un campo sembrado
de flores aún por abrir. Entonces, parándose en medio de él, le preguntó:
-“Dime, ¿cuándo florecerán las flores?”
El discípulo, extrañado ante la pregunta, se quedó contemplando el campo y le
dijo:
-“Cuando tenga que ser Maestro, ni antes ni después”
-“Sabia respuesta. De la misma manera que las flores tienen su momento para
abrirse y mostrar todo su esplendor, tú necesitas tiempo y paciencia para dejar
salir tu perdón. Ahora no es tu momento, así que no pretendas forzar nada que
no te salga naturalmente” , respondió el Maestro.
El discípulo guardó estas palabras en el silencio de su corazón. Un peso se
había aligerado dentro de él pues empezaba a comprender que podía dejarse
estar como sintiera aunque ahora no pudiera perdonar.
Autora. Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce