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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

La cabeza nunca será la solución

 

Leo habitualmente libros y artículos sobre psicología porque reconozco que tengo deformación profesional. Si cae alguna novela en mis manos, quiero que ésta haga un análisis psicológico de los personajes; si no, me acabo aburriendo y el libro se me escurre de las manos.

Me sigo sorprendiendo cuando observo cómo se sigue dando importancia, desde los foros intelectuales de la psicología, al pensamiento y a las imágenes positivas en la propia vida.

Y no es que no la tengan, que ya sabemos que ser negativos de pensamiento y de palabra conforma una actitud ante la vida de la que luego resulta difícil escapar. Nuestros esquemas mentales acaban configurando una manera de estar y ser en el mundo que se convierten en nuestra personalidad.

Pero es que no me puedo callar. No entiendo que lo que a mí me resulta tan obvio- y no porque recurra a estudios científicos que lo demuestren, que tampoco los hay – no se muestre con esa misma claridad ante los ojos de los demás.

Ya me perdonareis la retórica que ahora entro en materia. Se nos remarca la importancia de cultivar en nuestra mente pensamientos e ideas positivas que contrarresten la fuerza de la negatividad que nuestra cabeza se empeña en mantener. Si ponemos, según nos dicen, energía y fuerza de voluntad en el empeño de cambiar nuestra manera de pensar, nuestra vida se verá enriquecida y mejorará nuestra autoestima.

Pero veamos, si es la mente el origen de nuestro problema y malestar, porque en ella se generan los miedos, las inseguridades y las depresiones, por citar algunos efectos de la negatividad mental, ¿cómo pretendemos que sea la propia mente la que nos saque del atolladero? ¿Cómo, por el mero arte del control mental, vamos a encontrar en ella la solución a nuestras angustias?

Si quieres que tu mente funcione de otra manera, hay que ir a otro nivel, al nivel donde no utilices tanto las palabras, las imágenes y los pensamientos para funcionar en tu vida diaria. Si es mi cabeza la que está enferma con su negatividad,  tendré que buscar ayuda en otra parte de mi cuerpo que se mantenga más entera y sana: en mis tripas.

Vivir desde las tripas no significa vivir desde la visceralidad y la impulsividad, no. Significa vivir desde el sentir, no tanto desde el pensar y el llevarlo todo a la razón. Sentir, se siente en el cuerpo, porque uno llora, tiene miedo y se queda bloqueado desde el cuerpo, porque se ve, se nota y se palpa físicamente.

Y cuando uno empieza a hacer más caso a lo que siente, la negatividad empieza a ceder su protagonismo a los sentimientos y comienzas, simplemente, a vivir lo que surge cada día en ti, porque esa es la única realidad de tu presente, y no lo que tu pensamiento o fantasía pretende hacerte creer.

Puedes sentir el miedo que te invade, que por supuesto no es agradable de experimentar, pero no te generas más sufrimiento con tus pensamientos acerca de que deberías ser más fuerte de lo que muestras. Este es el comienzo del cambio y la verdadera solución a nuestra negatividad mental. SENTIR.

Pero esto no es un camino de rosas. Tendrás que vivenciar todo aquello que sientas en el cuerpo ( alegría, miedo, tristeza…) porque es la única manera de traspasar esos sentimientos e iniciar el lento y pausado camino de la liberación interior. No hay atajos ni se puede acelerar lo que el ritmo de tu cuerpo impone.

Y entonces, vas descubriendo que vivenciando tus sentimientos empiezas a ser menos esclavo de la negatividad mental, que eres consciente de cómo eres y no tanto de cómo te gustaría ser, que puedes seguir afrontando tu vida aunque sientas miedo y que necesitas menos fuerza de voluntad para convertirte en alguien… que se siente a gusto en su propia piel.

 

Caminamos…Belén Casado Mendiluce

belencasadomendiluce@gmail.com

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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