Me parece genial la frase de Thomas Hobbes: “El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos, yo y mi miedo”. Una frase tan real como la vida misma.
Siempre digo que todos sentimos miedo, y el que lo niegue, miente descaradamente o no es consciente de sí mismo y, por tanto, más daño se hace a sí mismo y a los demás. La inconsciencia genera sufrimiento.
No estoy hablando del miedo que nos hace ir precavidos para asegurar nuestra supervivencia física, como quien no se asoma a un precipicio en la montaña por miedo real a caerse. Este es un miedo necesario que nos protege.
Me refiero al miedo psicológico que nos paraliza, nos bloquea y nos genera ansiedad. Ese miedo que nos acompaña en el día a día y del que no podemos deshacernos, por más que quisiéramos tirarlo por la ventana y que no volviera nunca más a hacer acto de presencia en nuestra vida.
Pero, por más que lo deseas, no puedes sacudirte el miedo de encima, por aquello de que cuanto más empeño y fuerza de voluntad pones en erradicar algo de tu vida, curiosamente, más se afianza y permanece en ella.
Hay que cambiar de actitud. En mi vida, he sufrido y sufro, de vez en cuando, la presencia del miedo y cuando veo la que se avecina no me queda más remedio que darle la mano al miedo y salir con él a la calle a hacer lo de cada día. Sí, metafóricamente, le cojo de la mano al miedo y le digo: “sí ya sé que estás aquí y no me haces mucha gracia, pero vamos a salir juntos de paseo.”
Esa actitud me ayuda a no tener miedo del miedo y –aunque me canten las tripas- ser consciente de lo que siento sin luchar por pretenderlo cambiar. No es agradable sentir el miedo pero, por lo menos, no me fuerzo a ir de fuerte cuando ni me sale naturalmente ni puedo hacerlo. Eso es un descanso, la verdad.
Me dicen: “me gustaría enfrentarme a tal situación sin miedo porque no me gusta nada verme así y lo paso mal” ¿Quién dice que te tienes que enfrentar a las cosas entero y de una pieza? Puedes ir a una entrevista de trabajo aunque, por nervios, antes hayas ido unas cuantas veces al baño y no las tengas todas contigo en el momento de la entrevista. Pero la haces y es lo que importa.
Desgasta mucho más la lucha interior de quien pretende sentirse de manera diferente a como se siente y quiere dar otra imagen de seguridad y fortaleza, que el dejarse en paz con el miedo tomando conciencia de que haces las cosas lo mejor que puedes.
A mí me ayuda el acoger el miedo en mi vida, dejarle un espacio a mi lado en vez de luchar contra él, cogerle de la mano como quien lleva al niño pequeño que tiene la rabieta, no considerarlo mi enemigo sino alguien que me incomoda pero que no la tiene emprendida conmigo ni me quiere hacer la vida imposible.
¿Por qué está el miedo en mi vida?, me pregunto. No siempre tengo respuestas, pero sé que acogerle cuando surge me ayuda más que pretender no sentirlo. Y resulta que esa actitud contribuye a que el miedo se haga menos presente en mi vida y a que yo…le tenga menos miedo.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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