Para mí el amor incondicional es una hermosa frase vacía de contenido. Ese es el tipo de amor que me transmitieron en mi juventud desde la educación, un amor, me di cuenta, que se puede acabar convirtiendo en el reflejo de la máxima anulación de uno mismo. Un amor en el que lo das todo de ti, independientemente de como el otro te trate y sin esperar nada a cambio.
Yo que soy madre, ni siquiera creo que exista ese amor entre padres e hijos porque necesitamos como padres de una convivencia en armonía y afecto con nuestros hijos. No estamos dispuestos a tolerar de continuo actitudes vejatorias hacia nosotros por mucho amor que tengamos a nuestros hijos. Programas como: “Hermano mayor” reflejan lo dicho, esa hartura de unos padres desesperados.
Pensándolo ahora, me acuerdo de las frases que me decían de niña. “Perdónales porque no saben lo que hacen,” el amor no lleva cuentas del mal”, “hay que perdonar setenta veces siete”, “el amor todo lo puede”, “ama a tus enemigos”, son expresiones que se grabaron en mi mente y en mi corazón infantil y que intenté hacer de ellas un lema de vida.
Pero…me salió el tiro por la culata, ¡vaya que sí! Primero porque acabas no sabiendo lo que quieres y necesitas tú mismo porque das más importancia al bienestar del otro que al tuyo propio. Después porque te das cuenta de que no por mucho que ames a alguien este va a cambiar su forma de ser.
Y mientras aprendes eso…te dejas la piel en el camino.
Creo en la reciprocidad, no la que lleva cuentas de si pones exactamente el mismo 50% que yo, pero sí la que sabe ver si las personas tienen la ACTITUD de querer aprender, la humildad para reconocer sus errores y la comunicación para compartir y consensuar con el otro. Ya no pido menos.
Y, ya que estamos, puestos a recordar frases de la biblia me quedo con otra mucho más importante y no menos tergiversada: “ama al prójimo como a ti mismo”. Se nos ha transmitido que hay que preocuparse de amar a los demás como si esa fuera la máxima generosidad de una persona cuando, en primer lugar, hay que quererse y tratarse bien a uno mismo para, así, ofrecer lo que uno es a los demás.
Pero ahora que lo pienso…sí creo en el amor incondicional…a uno mismo. Porque, inevitablemente, siempre estaré a mi lado. Porque siendo imperfecto, con miedos e inseguridades, puedo tenderme la mano y acoger todo aquello que no me gusta de mí. Porque he venido a esta vida, como tú también, a descubrir y expresar el amor que SOY.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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