La mujer se había decidido a dar un paseo por el campo con sus auriculares de música. Había dejado su comida preparada y tenía intención de caminar a buen ritmo para así hacer el ejercicio físico que necesitaba.
Mientras paseaba, se iba acercando a un cruce en el camino, y allí, a lo lejos, vio a un hombre sentado en el borde del camino que, tranquilamente, contemplaba el paisaje.
La mujer, conforme se iba acercando, sentía curiosidad por saber de ese hombre y entablar conversación con él. Se quitó los auriculares y le preguntó:
-Buenos días. Suelo venir con frecuencia a pasear por aquí y es la primera vez que te veo. ¿Qué haces por aquí?
-Nada especial. Me ha parecido este sitio igual de bueno que otro para, simplemente, parar.
-¿Cómo parar? ¿Parar y qué?. Escuchas música, miras el móvil…
-La verdad es que no he traído ninguna de las dos cosas, así que solamente me siento y miro.
-¿Te molesta si me siento un rato a tu lado?
-En absoluto, le respondió el hombre.
La mujer se sentó y empezó a hablarle de lo que había hecho durante el día. Cómo se había levantado pronto, había recogido su casa y dejado preparada su comida y cómo caminaba a buen ritmo porque el médico le había recomendado hacer ejercicio.
El hombre escuchaba todo aquello en silencio, hasta que la mujer le preguntó:
-Cuéntame algo, chico. ¿Tú qué has hecho?
-Ya te lo he dicho. He venido aquí a parar.
-Pues para mí eso es como decirme nada. Yo también estoy parada como tú y eso no me sirve de nada.
-Tú no puedes pararte si no puedes dejar de seguir haciendo cosas: hablando, escuchando música o haciendo ejercicio. Prueba a no hacer nada, estar en silencio y sólo observar.
La mujer, nerviosa, decidió levantarse y marcharse. “Me parece que este hombre está fuera de la realidad”, pensó. Así que se despidió y siguió su camino.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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