Marta se lamentaba de su mala suerte. En el trabajo llevaba esperando desde
hacía tiempo que le ascendieran y le reconocieran su valía profesional, que
para ello se había quedado bastantes días trabajando hasta tarde pero, al final,
no habían contado con ella para el nuevo puesto a cubrir.
“¿Todo mi esfuerzo para qué?” se decía ella. Se sentía desmotivada y sin
ilusión para ir cada día al trabajo. “Soy un número para mi empresa”, se dijo.
Así que decidió que ya no iba a meter más horas extras y que, a partir de
ahora, intentaría hacer sus 8 horas reglamentarias y se marcharía a casa.
Marta se empezó a encontrar con más tiempo libre y se dio cuenta,
por primera vez, de cómo su trabajo diario había absorbido también su tiempo
libre, porque para cuando llegaba a casa estaba tan cansada que no
se encontraba con ganas de nada más que de cenar viendo la tele y meterse a
la cama.
Al ir pasando las semanas, Marta se sintió con ganas de apuntarse a aquel
curso de Fotografía que siempre había deseado. Dos días a la semana
disfrutaba relacionándose con gente con la misma afición que ella e
incluso se formó un grupo que salía los fines de semana a sacar fotos en
escapadas al monte.
Hacía tanto tiempo que no se sentía tan bien que ya había olvidado esa
sensación. Gracias a que no le habían cogido en ese puesto de trabajo que
tanto deseaba, había retomado su vida y había vuelto a descubrir el placer de
la amistad que había relegado a un segundo plano.
“¿Mala suerte”? Sonriendo, se dijo que ya sabía lo que responderse. No haber
ascendido en el trabajo era lo mejor que le podía haber pasado.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com