Este es un tema importante para mí y desentrañarlo me exige pararme, sentir y reposar lo sentido, una y otra vez, hasta que encaje en mi interior y haga “clik”.
Me gusta comprender y empatizar con los demás, y no sólo por mi profesión sino por mi forma de ser, así que quiero profundizar en un tema que tanto me implica como persona.
Comprender es, sencillamente, llegar a entender algo, aunque no compartamos las motivaciones que le llevaron a una persona a actuar como lo hizo. Podemos comprender que alguien se sintió muy humillado cuando fue presa de un ataque de ira, aunque no justifiquemos que acabara pegando a su pareja.
Cuando uno se siente ofendido, la actitud de comprensión hacia el otro se torna más complicada. Hace falta reposar las cosas para poderlas ver en perspectiva y entender lo que ha pasado.
Yo también he padecido en mis propias carnes la inconsciencia ajena y siempre acababa sacando la conclusión de que la mayoría de las malas actuaciones de los demás obedecían más a su falta de consciencia que a la mala fe. Esa ha sido mi comprensión de la situación.
En su momento, es necesario perdonar para liberarse del resentimiento y de la rabia. Pero cuando el daño es grande, no se puede pretender sentarse en la misma mesa que nuestro “enemigo” a escuchar las motivaciones que tuvo esa persona para actuar como lo hizo. No es sano.
He tenido cierta tendencia a escuchar tanto los sentimientos de los demás que acababa minimizando mi propio dolor, porque como todo el mundo tiene sus propias razones para actuar como lo hace, es fácil acabar quitando importancia a los propios sentimientos…y por ahí no paso.
Yo comprendo la inconsciencia de los demás y perdono para estar en paz conmigo misma, pero no necesariamente me siento a la mesa con la persona que me ofendió a escuchar los vericuetos mentales y emocionales que le llevaron al desequilibrio. No necesito saber más de lo que sé.
Cuando nos sentimos muy heridos, no es posible ejercer la empatía, aunque sí la comprensión. No podemos empatizar, sentirnos cercanos afectivamente, calzarnos las “zapatillas de la otra persona” porque esas zapatillas nos generan repulsión, como nos generaría repulsión el que asesina o viola a alguien.
Puedo comprender su inconsciencia, sí, pero hay que tener muy presentes los propios sentimientos que dicen tanto de uno mismo y no ir a comprender al otro para dejar en la cuneta mi propia vivencia.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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