¿No os habéis parado a pensar por qué necesitamos comprar tanto, para qué queremos tantas cosas que, en muchos casos, sirven para acumularse en los armarios? Sí, seguro que lo habéis pensado.
Ya sé que vivimos en una sociedad consumista en la que nos crean “necesidades” que no son tales, como la necesidad de estar a la última en tecnología de móviles, ordenadores o televisión. ¿Qué pasaría si sólo compráramos lo que necesitamos? Supongo que se iría al garete el modelo capitalista, que muchas multinacionales del consumismo desaparecerían y habría gente que se quejaría furibundamente, reclamando su porción del pastel para seguir enriqueciéndose desmesuradamente.
Señores, nos quieren tener calladitos y contentos mientras consumimos, para no despertar de nuestra vida en la que, paradójicamente, tomamos, cada vez con mayor frecuencia, ansiolíticos y antidepresivos. No somos una sociedad feliz sino enferma. Somos una sociedad de sonámbulos satisfechos y el consumismo es el nuevo opio del pueblo.
Como soy psicóloga y miro más a la persona que a los grupos, voy a hacer mía la frase de: “si quieres alfombrar el mundo, cálzate tú primero unas zapatillas” Es decir, que yo creo que los cambios colectivos son, en primer lugar, cambios de la conciencia de cada persona. Soy yo el que debo cuestionarme mi propia vida.
Compramos, consumimos constantemente para TAPAR. Sabemos que existen las adicciones (alcohol, juego, drogas), que reflejan una insatisfacción o sufrimiento personal que se intenta encubrir; es una manera de no ver lo que nos duele y que momentáneamente pasa a un segundo plano mientras jugamos o bebemos.
Pues creo que también necesitamos seguir consumiendo (cosas, viajes, experiencias nuevas) para no parar a ver ni sentir lo que pasa con nuestra vida. Lo tristes que nos sentimos, la falta de relaciones en las que podamos descansar -que no depender- en alguien, lo autómatas que cumplimos con nuestro trabajo…Y todos nos hemos sentido así en algún momento cuando hemos corrido a comprarnos algo para darnos un poco de consuelo y una momentánea satisfacción…
Y, sin embargo, la gente está en búsqueda: en libros de autoayuda, en conferenciantes que transmiten su sabiduría o en prácticas de yoga, se busca el sentido a la propia vida, que ya intuimos que no está fuera sino dentro de nosotros mismos.
Es importante darse cuenta de que no podemos encontrar en nada exterior la fuente de nuestra tranquilidad (¿cómo una fuente, que es origen y raíz va a encontrarse fuera de uno?, ¿cómo va a sostenerme a mí algo externo a mí?). Lo que me sustenta, me da sentido y me hace ser está dentro de mí, aunque pueda enriquecerse en la relación con los demás y con el mundo.
Algo más, lo que me sustenta, me sostiene y da sentido es también lo que forma parte de mi personalidad, con lo que me siento más identificada. Es decir, que yo soy alguien que tiene en sí la bondad, la paz y todas aquellas cualidades que necesito para mí. Yo soy eso. De la misma manera que necesitamos el agua para vivir porque nuestro cuerpo está formado, mayormente, por ella.
¿Os parece un típico mensaje navideño…?
Caminaremos…Belén Casado Mendiluze / belencasado@terra.es