Hoy voy a tocar un tema que afecta de manera especial a los creyentes pero que considero se encuentra extendido a toda la sociedad.
El sufrimiento no dignifica a las personas ni las hace convertirse en ejemplo para los demás. No venimos a esta vida para sufrir aunque el sufrimiento forme parte de la vida. Nacemos para vivir -es obvio, ¿no?- para desarrollar nuestras capacidades y contribuir , con nuestro granito de arena, a una mejor convivencia.
Desde la Iglesia Católica se sigue ensalzando el sufrimiento como una manera de acercarse al sufrimiento de Jesús en la cruz. ¡Por Dios! Es como si, por el hecho de sufrir, tuviéramos más mérito, nos hiciéramos más merecedores de recompensa y ensalzando nuestro sufrimiento nos sintiéramos mejores personas. Yo no creo en esta religión.
Vaya por delante que soy creyente, pero me subleva e indigna este tema porque ha hecho y sigue haciendo mucho daño en las conciencias de las personas, incluyendo en la mía propia, tiempo atrás.
Reflejo de lo que digo lo constituye el hecho de que el símbolo de la Iglesia Católica sea la cruz. La cruz es un símbolo de muerte y sufrimiento –Jesús fue matado en la cruz- y en todas las iglesias se venera como la máxima donación de un ser humano, darlo todo de uno mismo para acabar incluso en la muerte.
La mejor manera de acabar glorificando el sufrimiento es ensalzar el amor incondicional. ¿Curioso, no? Porque si no pones límites a la inconsciencia de los demás, si crees que el amor todo lo puede, si amas a alguien independientemente de cómo te trate, si le perdonas repetidas veces hasta el infinito e, incluso, si eres capaz de amar a tus enemigos, entonces, pones tu vida en manos de los demás y… tu sufrimiento estará garantizado.
Todos podemos sacar alguna enseñanza del sufrimiento y transmitir lo aprendido a los demás, pero no venimos a esta vida para mostrar la dignidad y entereza que tenemos mientras sufrimos -¡por favor!-, ni mostrar la capacidad de aguante y resistencia que tenemos en el dolor.
En general, sufrimos porque no queda otra y hay que vivir lo que toca aunque resulte desagradable. Pero una cosa es eso y, otra muy distinta, es convertirse en mártires del sufrimiento. Siempre hay que procurar no sufrir, cuando se puede evitar, porque la vida no puede convertirse en un constante rosario de penas.
Hay que vivir poniendo en práctica todo aquello que nos hace sentirnos bien y nos hace sentirnos más nosotros mismos. Amate primero a ti mismo…y podrás amar a los demás.
Caminamos …Belén Casado Mendiluce
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