Cuando consciente o inconscientemente pretendemos conseguir algo (fama, reconocimiento o éxito) nos fabricamos un disfraz a medida para alcanzar nuestros propósitos. Otra manera más de alejarnos de nosotros mismos.
Ese disfraz está hecho de todo aquello que queremos que vean los demás: lo competente que somos, nuestra simpatía, o, por el contrario, incluso podemos fabricarnos un disfraz de antipáticos para figurar más y que más gente hable de nosotros, como, por ejemplo, en la televisión, en la que podemos destacar más.
Hay personajes televisivos–y todo personaje es una impostura- que se muestran siempre delante de las cámaras con una gafas de sol, con una antipatía que busca provocar y suscitar el comentario ajeno; otra manera de que siempre hablen de nosotros, aunque sea para mal.
Amo la sencillez. Y me da repelús la persona que se fabrica un personaje, aunque supongo que la televisión es un medio muy propicio para vender imágenes que poco tengan que ver con nosotros mismos.
Si vuelvo a la vida diaria en la que nos desenvolvemos la mayoría de nosotros, cabe preguntarse en qué áreas queremos dar una imagen diferente de lo que somos. Es cierto que en el trabajo, por ejemplo, nos vemos obligados a dar una imagen de eficacia y resolución, pero si somos conscientes de ello, podemos, fuera del trabajo, relajarnos y dejar nuestras máscaras en el cajón de la oficina.
¿Quieres dar la imagen de que eres alguien con muchas amistades y una persona con la que todo el mundo cuenta? ¿Quieres que te vean como alguien que sabe resolver sus problemas y que no necesita de la ayuda de los demás? ¿Quieres que te vean que valoras la familia y que tu familia te valora contando contigo? Buenas preguntas para hacernos todos…
En el fondo, conocerse a uno mismo es irse limpiando de todos aquellos añadidos, todas esas imágenes de mí mismo que, como capas de cebolla, han ido configurando mi personalidad…sin ser yo mismo. Porque, al final, cuando uno se reconoce humildemente como es, puede darse cuenta de que no necesita ponerse ningún disfraz que le impide mostrarse como es.
Me encanta la gente que no va pretendiendo dar imagen de nada, que si dice una tontería se ríe de sí mismo, que si le preguntan sobre algo y no sabe qué decir no se inventa sobre la marcha un discurso que nadie entiende, ni siquiera él. Me encanta la gente que no tiene una simpatía artificial, esa que pretende caer bien a todo el mundo, aunque tengas una sonrisa congelada. Me encantan las personas que son tan sencillas que…son como tú y yo.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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