Todos estamos muy acostumbrados a compararnos unos con otros, comparaciones en las que habitualmente solemos quedar en desventaja: somos menos pudientes económicamente, tenemos hijos con más problemas o somos personas menos sociables que los demás. Pero esas comparaciones sólo reflejan nuestra baja autoestima y no nos ayudan en nada.
Es obvio que todas las personas somos diferentes y que no existe ninguna persona perfecta, que reúna todas las cualidades en sí misma. Pero no es justo para nosotros mismos buscarnos constantemente defectos ni creer que tenemos que estar permanentemente insatisfechos con nosotros mismos para así mejorar.
No te olvides de que una persona mejora a base de apoyarse en las cualidades que ya tiene, no en base de recordarse constantemente las carencias que posee. Esto es como un edificio con buenos cimientos en los que se apoya (las cualidades que ya tiene) y, desde ahí, se van construyendo los pisos siguientes.
Uno no tiene que ser mejor persona porque se compara con los demás, como si uno se propusiera alcanzar una meta cada vez más difícil. La vida no tiene que ser una carrera de obstáculos ni una competición entre lo que quiero ser y lo que soy. Tengo que valorar lo que ya soy como persona y desde ahí ir evolucionando como consecuencia de ir desarrollando la consciencia que soy.
Eso es lo realmente importante en la vida: desarrollar la consciencia, la capacidad de darme cuenta, el tomar consciencia de mí y de lo que me rodea. Y eso se hace en un camino que dura toda la vida y para lo que sólo hace falta una cosa: estar abiertos, en la medida en que se pueda, a aprender.
Valórate como eres, siéntete a gusto en tu propia piel, y céntrate más en ti mismo que en cómo son los demás. Y para centrarte en ti mismo, actúa directamente más que darle vueltas a las cosas. Normalmente, la vida te presenta situaciones en las que lo mejor y más adecuado es simplemente actuar, y uno pasa a la acción, no sin cierto esfuerzo, pero también con cierta liberación.
Cuanto más te compares con los demás menos justicia te haces a ti mismo, porque no te tratas con paciencia y comprensión sino como si fueras un juez exigente contigo mismo. Despréndete de él.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com
www.psicologiapersonalizante.com