En ocasiones, reconoces con humildad ante el otro tus equivocaciones, pero la otra persona hace “leña del árbol caído”.
Te humilla o monta en cólera
Y tú te quedas doblemente dolorido.
Una por haberte equivocado y otra por la reacción del otro hacia ti.
Si crees que las consecuencias de reconocer tus fallos van a muy duras,
Cállate.
No digas en qué has metido la pata y proponte no volverlo a hacer.
No tiene sentido exponerte a la humillación si te das cuenta de tu equivocación y eres consciente de que no lo vas a volver a hacer.
Si el otro no te dice: tranquilo ya te has dado cuenta, me dolió tu comportamiento pero te agradezco que lo reconozcas, y te dice:
Parece mentira, qué poca madurez por tu parte, con todo lo competente que eres, quién lo diría.
Entonces, cállate.
Tu humildad no va a ser valorada por la otra persona y a ti no te aporta nada reconocer tus fallos porque el otro va a arremeter contra ti.
Hay que ser humilde con quien toma tu sinceridad como un gesto de arrepentimiento y te lo valora.
La humidad no es para que te expongas al escarnio público y quedes maltrecho. No es para entonar un “mea culpa” constante.
Reconoce en silencio para ti tu fallo y hazte un firme propósito de no volverlo a repetir.
Y valora que te has dado cuenta de él.
Valora que eres humilde.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com
www.psicologiapersonalizante.com