No tengas miedo a abrir la puerta de los recuerdos.
Esa que te dice cuánto has sufrido.
Total, para qué recordar el dolor si ya pasó, te dices.
Para qué volver a sentir lo que dolió.
Pero no por no hablar del dolor, este se sana.
No por no hablar del dolor, este deja de existir.
Permanece en una caja cerrada bajo cerrojos.
Y está presente, haciéndose de notar en el día a día
aunque tú no te des cuenta.
Tienes que sentir y ser consciente de lo que duele
porque, de otro modo, no te puedes liberar de él
y te conviertes en una esclava de lo que no quieres ver.
Que no hay más ciego que el que no quiere ver.
Recuerda y dí que eso fue lo que sentiste,
ponle nombre a tu dolor: humillación, desprecio, maltrato.
Tu dolor es tuyo, te pertenece y nadie más que tú
sabe lo que sentiste.
Está inscrito en tu piel.
Y una vez que lo nombras´,
reconociéndolo y sintiéndolo,
puedes liberarte de él
porque ya le has puesto la luz de tu consciencia,
ya has hecho tuyo lo que vivió tanto tiempo ignorado,
alienado de ti.
Ahora puedes sentir que la verdad te hace libre,
que no hay nada que te pueda atrapar en la inconsciencia,
porque has proyectado tu luz sobre la sombra
y esta ha quedado, definitivamente, iluminada,
llena de verdad.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com
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