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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

¿Hay que avergonzarse de ser diferente?

Pues claro que no, y encima parece que nos sentimos culpables de no ser como los demás. Ejemplos los tenemos en la vida diaria.

Nos sentimos diferentes porque queremos tener amistades para compartir, no sólo para quedar en compañía a tomar unas cañas. Nos aburrimos y encontramos tediosos esos encuentros que no nos aportan nada. Y cuando dejamos esa cuadrilla de toda la vida, nos envuelve un sentimiento de ser exigentes con los demás, de no aceptarles como son, de ser tipos raros, asociables u otras zarandajas psicológicas.

Nos sentimos diferentes cuando, incluso, tenemos una dificultad para oír bien, para leer rápido, para pillar los chistes al vuelo o cualquier otra cosa que llame la atención. Procuramos ocultarlo para prevenirnos de la incomprensión ajena, que no se vea o se note, no sea que pasemos por tontos o “cortitos” mentales.

Tenemos miedo a ser diferentes, a que seamos el blanco de las múltiples etiquetas que los grupos ponen al que se sale del redil. Porque sí, la sociedad tiende a juzgar y etiquetar al diferente, eso es una realidad, pero, por favor, no lo hagamos con nosotros mismos.

Dejemos de juzgarnos a nosotros, sintiéndonos mal por ser como somos, culpables de nuestra forma diferente de ser, poniéndonos calificativos negativos que sólo aumentan el malestar que sentimos cuando estamos con los demás. Dejemos de esforzarnos en que no se note nuestra diferencia cuando estamos en grupo porque acabamos agotados…

Si, somos diferentes y a mucha honra, que nuestro trabajo nos cuesta intentar ser honestos con nosotros mismos haciendo caso a lo que nuestras tripas nos dicen, aunque en el camino nos quedemos con menos relaciones sociales de las que nos gustaría.

Estamos tan imbuidos del sentimiento de culpa, que buscamos desesperadamente pasar inadvertidos, para querer ser como los demás y sentirnos aceptados y queridos cuando, oiga, no tenemos la culpa de ser sordos o simplemente, diferentes.

La diferencia es fuente de riqueza y somos nosotros los primeros que debemos valorar como somos. Cuando se sufre por ser diferentes, también se desarrolla una mayor sensibilidad con los demás. ¿Quién quiere renunciar a eso?

Caminamos…Belén Casado Mendiluze

belencasado@terra.es

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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