Ayer decidí que iba a participar en el Iron Blogger, y me comprometí a escribir un post semanal durante este mes de septiembre. El tema debe estar relacionado con maternidad y paternidad, así que para arrancarme en mi compromiso, he pensado que una buena manera podría ser presentarme a este reto con mi reflexión acerca de qué es para mí ser madre…

Ser madre es un regalo maravilloso que me ha hecho la vida y, aunque también lo percibo como una carrera de fondo, la recompensa que obtengo tras este trabajo es mucho mayor de lo esperado.

Entiendo que hemos vivido en una sociedad adultocrática, donde los adultos siempre están por encima de los niños: son su autoridad y los últimos en tomar las decisiones acerca de la infancia.  Estoy orgullosa de percibir que algo está cambiando; que hay una nueva generación de padres y madres informados, formados, con inquietudes respecto a la vida y cuyas inquietudes vitales las trasladamos a la crianza y educación de nuestros hijos. Ser parte de esta nueva ola me hace sentir bien, me llena de fuerza y me regala de paso una tribu de mujeres y algún que otro hombre que me acompaña en este camino tan intenso que es la maternidad.

Para mí ser madre es, como he dicho anteriormente, una fortuna. Un camino lleno de amor; un viaje de reflexión non stop; un ejercicio constante de prudencia, superación y autoconocimiento; un derroche de creatividad y de mucha pero que mucha paciencia. Y sobre todo, el reinventarse a uno mismo según crecen nuestros hijos. Para recorrer este camino, he aprendido a desplanificarme, desorganizar mi vida y dejarme llevar aún más por ella. El sólo hecho de despertarme cada mañana sin saber adónde me va a llevar el viaje junto a mi hija, y disfrutar el acostarme a su lado, orgullosa y reflexiva sobre sus avances y los nuestros, llena aún de más magia ese viaje a través de la maternidad.

Me siento co-creadora junto con la naturaleza de un nuevo ser que viene a este plano a convertirse en aquella persona que tiene que ser. Mi papel como madre es acompañarle en su camino, sin moldearle ni limitarle. Así lo veo y en eso estoy. Y aunque lo pinte principalmente de soles y rayos de luz, el camino también está lleno de sombras, de nubes, de baches y llantos. Gracias a quien tenga que dárselas, son muy pocas las veces en las que me derrumbo, y son estas veces las que me ayudan a levantarme con aún más fuerza para volver a mi camino de acompañamiento respetuoso y lleno de amor. Ese que empezó hace más de 2 años y que ha invadido mi vida como un tornado de emociones.

Pienso que ser madre y construir tu propia familia es un proceso lindo, que lleva un tiempo y se moldea de diversas maneras según cada hijo, cada padre, cada madre y cada familia. Todos los hijos son únicos y especiales; eso lo hace aún más maravilloso; y todas las experiencias con ellos y con sus familias, son también únicas, dotando así a la maternidad y paternidad de una magia aún más auténtica.