El proceso de (no)adaptación está llegando al fin de muchos. De muchos padres, diría yo; porque los niños, aunque sufran, buscarán en el juego su refugio y seguirán jugando y descubriendo su mundo. Así es la naturaleza humana. Así de bien estamos hechos.
El juego es lo más importante en la vida de los niños. De los grandes, de los pequeños, de los bebés… Si los bebés que aún no hablan o los que no quieren (o no saben) hablar de sus emociones, sufren demasiado en su proceso de adaptación, encontrarán en el juego su vía de escape ante esta situación nueva que supone una separación de sus papás. Si tienen sufrimiento interno en situaciones de cambio, y no lo pueden verbalizar, quizá sea su cuerpo quien hable.
Dermatitis atópica, catarros, mocos, despertares nocturnos frecuentos, terrores, pegar, morder, escupir… ¿Son hechos habituales de los niños o son la manera en la que expresan sus sufrimientos, dolores y desacuerdos familiares?
Yo soy de las que opina que todo que les pasa a los niños es una gran lección para nosotros como padres. Y así me gusta verlo, en las alegrías y en las penas. En la salud y en la enfermedad y en mi viaje, a través de la maternidad, agradable a la vez que agotador y frustrante.
Todo me viene a la cabeza en estos días tan especiales ya que leo por las redes cómo las adaptaciones van llegando a su fin. Y así parece que es. Muchos niños sufren, sufrieron y algunos seguirán sufriendo. Y buena parte del dolor del niño lo proyecta sobre todo la mamá. Si la mamá está bien, el niño suele estar bien.
Colegios, escuelas infantiles, madres de día, guarderías, abuelos, cuidadores… Todas las opciones son válidas; sólo depende de la familia con la que hables.
En esta importante elección a mí me apetecía hacer especial hincapié en la intuición de las familias, en nuestras sensaciones y en saber escucharlas antes que oír la voz de la sociedad.
Si sientes que tu hijo no está a gusto en un espacio, y ya son días que lo sientes y la situación no mejora; o incluso si ves que está bien pero su cuerpo habla o cualquier otra situación que te incomode, atiéndele y plantéate por qué puede sucederle esto. Si llegas a la conclusión, después de un buen análisis, de que no está en el lugar adecuado, cámbiale. No te dejes amedrentar por las opiniones de los demás (a veces incluso expertos) de que tu niño se tiene que hacer a ello y que si le atiendes le malcriarás y bla bla bla.
Seguro que hay muchos niños que pasen por ello y al final se adapten (o eso parezca), pero quizás el tuyo no. Los niños tienen unos procesos propios, unos ritmos de desarrollo únicos y son seres individuales. Y como tales que son no nos puede servir lo que opine la mayoría de la gente. Tu hijo es diferente y eso sólo lo sabes tú.
No tengas problemas en sacarle de la Escuela Infantil, esa que elegiste con tanto mimo después de mirar más de 20; del colegio, si además ya has probado varios y ninguno te encaja; o incluso de su madre de día, esa persona que cuida y acompaña a tu bebé con tanto mimo y con tanto amor… No, no dejes que los miedos sociales te hagan seguir el rumbo del grupo. Hay muchas opciones alternativas al sistema convencional. Quizás tu hijo esté preparado para escuelas o colegios; o quizás aún no. No pienso que nunca lo estén, probablemente lo estarán. Sin embargo, si sientes que no se adapta, probablemente no sea para siempre, quizás en unos meses, en un año, en más… Ahora no está listo: escúchale. Yo pienso que no todos los niños pueden estar preparados para el sistema al mismo tiempo. Hay un momento para todo. Y cada niño, al igual que cada padre, tenemos el nuestro propio.
Ojalá sepamos escuchar a nuestros hijos y atender sus necesidades para acompañarles a ser seres seguros de sí mismos. Además el escucharles tiene tantas lecciones para nosotros que si rascamos un poquito más, todo lo que tienen preparado para sus nosotros como padres es altamente maravilloso. Eso sí, enfrentarse al cambio suele ser duro. Aunque la recompensa merece la pena. De eso no hay duda.