Tras 40 meses de lactancia sólo puedo dar las gracias por esta experiencia.
Antes de ser madre, jamás me planteé cuánto tiempo iba a estar dando de mamar a mi hija. Sin embargo, una vez la ola de la maternidad invadió cada poro de mi piel, decidí que, siempre que estuviera a gusto, mantendría la lactancia hasta que Cloe se desetetara por sí misma. Fue en torno al año y medio cuando fui consciente de que sí, de que al menos en nuestro caso, quería que así fuera. Me formé como asesora de lactancia con la maravillosa Kika Baeza, que me enseñó muchas cosas. Una de las lecciones que más recuerdo es sin duda el amor de la lactancia. El propio amor y el amor que sucede al mismo tiempo desde el bebé hacia su madre, que nutre y protege a través de su cuerpo. Poder reconocer esta manera de compartir el amor a través de la lactancia fue para mí decisivo para mantener la lactancia hasta que ambas quisiéramos.
Antes de ser madre, me resultaba violento ver a un niño “grande” (que ya caminaba) tomar teta. Siendo madre aprendí a disfrutar de la belleza de amamantar, sea la edad que sea.
Antes de ser madre pensaba que la lactancia era una cosa de 3 ó 4 meses. O a lo sumo 6, que podía ser el tiempo de baja maternal sumando vacaciones. Siendo madre aprendí que los sacaleches pueden convertirse en grandes aliados para mantener la lactancia. Y que a veces no lo ponen fácil.
Antes de ser madre creía que había leche “buena” y leche “mala”. Siendo madre aprendí que la leche de mamá es lo mejor que un bebé puede tomar.
Antes de ser madre también creía que era posible (y habitual) que la leche no te subiera. Siendo madre aprendí la importancia de las primeras horas de vida y también del parto (entre otras cosas).
Antes de ser madre no sabía nada de maternidad. Siendo madre aprendo cada día y sé que soy la mejor madre que mi hija puede tener (aunque me equivoque tan a menudo).
Fue convertirme en madre, poderme conectar con Cloe y vivir una revolución que me llevó a escucharla hasta nutrirla con todo mi cuerpo, mi alma y mi mente.
Hemos disfrutado de una lactancia maravillosa. Eso sí, tampoco ha sido fácil. Sin embargo, conociéndome a mí y conociéndole a ella, hemos caminado de la mano (o mejor dicho, de la teta y la boca), por un camino de amor. Un camino que yo nunca antes había experimentado y que sólo me nace agradecer a la vida por ofrecérmelo.
No ha sido fácil porque la sociedad no ayuda. Aunque hemos aprendido (y seguimos aprendiendo), a sobrellevarlo, informando desde el amor.
No ha sido fácil porque la energía de Cloe muchas veces me desborda. Aunque hemos aprendido (y seguimos aprendiendo) a tener más paciencia, a respetar nuestros ritmos y a conocer nuestras necesidades.
No ha sido fácil porque negar la teta cuesta. Porque hay momentos en los que negar las emociones de tu hija para primar las tuyas es una lección de lo más dura y satisfactoria al mismo tiempo. Aunque hemos aprendido (y seguimos aprendiendo) que si alguna vez en la vida alguien le fuerza a hacer algo que no quiera chantajeándole con el amor; recordará que su madre le negó lo que más quería y nunca le negó su amor. Será capaz de no ceder a ese chantaje.
No ha sido fácil porque con un año y medio decidí sólo dar de mamar en sitios donde yo estuviera cómoda al mismo tiempo que no incomodara a otra gente, conocida o desconocida. Aunque hemos aprendido (y seguimos aprendiendo) a respetar nuestras necesidades y las de los demás.
No ha sido fácil porque con 2 años y medio decidimos dejar la teta de la noche. Un destete nocturno que supuso 3 días de llantos y desesperación familiar. Con los consiguientes miedos y dudas. Aunque hemos aprendido (y seguimos aprendiendo) el valor del llanto y su capacidad de liberación. Y cómo, cuando se comparten necesidades, todo se coloca para satisfacer a la familia.
Sin embargo, aunque no haya sido fácil; sólo me sale honrar nuestra lactancia y reconocer que este viaje ha sido más que recomendable. Porque aunque los momentos de oscuridad y dudas vengan, y además quieran quedarse; poder encontrar la luz en ese camino hace que merezca la pena.
Poder experimentar las diferentes sensaciones según las etapas que ha vivido Cloe (y nosotros con ella) ha sido para mí también otro regalo inesperado de la maternidad. Poder crecer al lado de tu hijo en torno a una parte de ti tanto física como espiritual es una fortuna. Ha sido muy diferente alimentar a Cloe con días, con su necesidad primaria de contacto y nutrición; hacerlo cuando tenía meses, que comenzaba a explorar; cuando gateaba, que venía rápidamente a por su tetita; cuando comenzaba con sus primeras palabras; cuando venía corriendo a pedir tetaaaa; cuando se dormía después de tomar su teti; cuando expresaba lo mucho que le gustaba su sabor a limón y azúcar; cuando expresaba con sus palabras sus sentimientos “tetiles”; y cuando ya no se acercaba a mamar más que uno de cada 5 días… Cada etapa ha sido muy distinta a la anterior, y me siento una privilegiada por haber podido compartir todas estas experiencias en torno a nuestra lactancia. Cloe ha decidido cuándo esta aventura llega a su fin; y ha sido en el momento que ha considerado que estaba preparada para dar este paso. Ya no necesita de este modo a su mamá.
¡Qué gran manera de terminar el año!
A esta niña que me ha sabido enseñar, aconsejar y demostrar el valor del amor a través de la lactancia, GRACIAS. Gracias de corazón por estos 40 meses de lactancia. Justo hace unos días me daba cuenta de que hemos vivido 40 semanas de embarazo y 40 meses de lactancia. Y sé que esto tiene algún significado, algo que aún me gusta más. Yo pedía que, siempre que fuera capaz, tuviera una lactancia donde Cloe se destetara sola y pronto. Y mis plegarias fueron escuchadas. Llegó el momento en que se sintió mayor y decidió, poco a poco, dejar de tomar esa tetita que tanto tiempo le había acompañado.
Una niña más que abandona aquello que más necesitan los bebés cuando ella ha estado preparada. (Que no digo que sea lo mejor, aunque sí nuestro mejor trofeo). También pienso que muchas veces proyectamos nosotros el final de la lactancia con nuestros pensamientos, hábitos, manera de llevarla y gestión de relaciones en general. Sea como sea, a mí me ha resultado maravilloso. No puedo negar que sienta algo de nostalgia. Aunque es mucho mayor el gozo que tengo por cómo ha sucedido.
Ha sido lo deseado: increíble, único, indescriptible y nutritivo. Ha sido hermoso. Y con lágrimas y sonrisas en el alma, despido este 2014 con una doble despedida. Un ritual lleno de besos, caricias, y agradecimientos a estas tetitas que tanto nos han dado.
Gracias tetitas, por alimentarnos todo este tiempo; por enseñarnos tanto y sobre todo por convertir nuestro vínculo en exclusivo y propio. Algo que sólo nosotras hemos podido experimentar.
Gracias de corazón y gracias papá por ser el mejor compañero de nuestra lactancia.
son como muros que crecen;
unos separan y olvidan
y otros unen para siempre.
Fernando Ortega
Poema extraído del blog Tierno Regazo