Después de ver de nuevo “La educación prohibida” sigo reflexionando acerca del sistema educativo actual y me vuelvo a posicionar a favor de un cambio. Efectivamente veo cómo la tecnología nos ha hecho cambiar rápidamente y sin embargo, las aulas no evolucionan al mismo ritmo que evoluciona la sociedad. Mantenemos una estructura educativa que se creó en el S.XIX sin apenas cambios.
Internet está a la orden del día y la forma de conocer el mundo y de abarcar conceptos ya no es la misma. La vida de la gente ha cambiado: podemos conectarnos en cualquier momento y en cualquier lugar, permitiéndonos tener contacto con cualquier persona siempre y cuando ambos estemos disponibles. Y por lo tanto, el conocimiento está al alcance de un solo click, y además en multitud de soportes.
Viendo esta realidad tecnológica y lo que ha supuesto el cambio en la sociedad, ¿no opináis también que la educación debe cambiar, y además, desde arriba? Yo sí; yo creo que es el sistema quien falla; y las luchas y peleas por determinadas asignaturas no hacen sino empobrecer la situación. Cantidad de profesores abogan por sacar el colegio a la vida real, compartir emociones y aprender según los gustos y necesidades del alumno y por ende, del grupo.
Me parece necesario un sistema donde primen las emociones y nos dejemos sorprender por estos niños ávidos de aprender. La naturaleza humana lleva intrínseca la necesidad de descubrir, de saber y de crecer. Y si no hacemos nada por evitarlo, el ser humano querrá saber más a lo largo de su vida. Los niños, por el simple hecho de ser niños, quieren conocer, se cuestionan todo, buscan definir el mundo a su manera. Limitarles su movimiento, su ritmo de aprendizaje y su capacidad creativa no hace más que frenar dicha creatividad, que para mí es una de las herramientas más potentes a la hora de elaborar tu propia vida.
Profesores, alumnos y padres buscamos un cambio. Cada vez se hace más evidente. Sin embargo, nos vemos muchos atados por las decisiones políticas. Actualmente el sistema está definido por administrativos, no por maestros. ¿Qué pasaría si la educación en España diera un giro radical como hizo Finlandia hace ya 30 años? Seguro que mejoraría tanto la sociedad como las posibilidades sociales. Si no limitamos a los niños, sus potencialidades como adultos son infinitas. Sin embargo, si poco a poco vamos limitándoles e imponiéndoles una manera definida de hacer las cosas, van perdiendo la ilusión por aprender y en definitiva, por vivir. La infancia es el reflejo de la sociedad en la que vivimos y, viendo los niños y viendo la sociedad, claramente, algo tiene que cambiar.
No digo que el cambio sea fácil. De hecho, no creo que lo sea. Un cambio supone mucha responsabilidad, conciencia colectiva y sobre todo ilusión y ganas de que la situación evolucione favorablemente. Los maestros en España están infravalorados: es una de las carreras que menos nota requieren a la hora de estudiarla, cobran habitualmente muy poco, cada vez tiene que aceptar recibir más y más niños por aula, el contacto con las familias es cada vez menor y el amor que tenían (si lo tuvieron) por su profesión, va desapareciendo por el hastío, agotamiento y exigencias desde “arriba”. Una persona que no está feliz, que trabaja con niños y que no se deja impregnar de la felicidad y pureza de la infancia, en vez de aportar beneficios y potenciar ese deseo de aprender de los niños, no hace sino cortales las alas.
Cada vez hay más iniciativas educativas donde se prima el trabajo con las emociones que les ofrecerán herramientas que permitirán resolver cualquier tipo de conflicto a lo largo de la vida. Escuelas públicas, privadas o concertadas van poco a poco adaptándose a la necesidad de la sociedad. Y sin embargo, en contraprestación a esto, van emergiendo colegios que buscan crear niños superinteligentes, que sepan de todo un poco y tengan la agenda más apretada que cualquiera de nosotros como adultos.
Nos olvidamos del juego libre porque parece que hay que organizar bien la agenda de nuestros hijos y que no tengan un minuto para aburrirse. El juego libre y el aburrimiento son necesarios para el desarrollo de la persona. En ambas propuestas desarrollan la creatividad: uno para imaginar y crear y la otra para buscar herramientas nuevas con las que autoestimularse. Creo que tenemos que plantearnos con nuestro ejemplo qué podemos hacer para que los niños sigan siendo niños. Así cuando los veamos de mayores, mantendrán, por lo menos, las ganas de seguir aprendiendo, creciendo y cambiando. Porque el cambio y la evolución personal es algo que debería seguir vivo durante toda nuestra vida.