-Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas”. Francis Scott-Fitzgerald. El gran Gatsby.
A
mí me hubiera gustado que mi padre me hubiera dado algún consejo a la
hora de hacer las maletas. Pero sólo recuerdo alguna frase que le
distanciaba del tono cariñoso y un tanto reverencial que usaba con la
gente. Por ejemplo aquel ‘¿En qué mesa hemos comido juntos?’ con el que
solía referirse a algún personaje indeseable que se hubiera
cruzado por su camino. O esa idea repetida con la que pretendía, tal
vez, provocar a mi hermana, con esa pizca de escondida admiración ‘Esta
sí que entiende la vida’.
Para el momento de hacer las maletas
no me dejó ninguna reflexión. Y eso que él las hacía con frecuencia.
Para viajar a Santander, por ejemplo, a mostrar los cuadernos,
bolígrafos y mecheros que vendía en tiendas sin demasiadas
pretensiones. Así que, aquel día, no tenía ningún recuerdo al que
amarrarme.
Como en el inicio de otros muchos viajes, entre
bolsas de zapatos y frascos, admití la corrosiva y frecuente idea:
‘¿Qué se me había perdido a mí al otro lado del Atlántico?’