Llegamos a Birmingham por la tarde. Mi conocimiento del inglés era bastante rudimentario pero entendí que el taxista no podía llevarnos a la casa porque su coche no tenía asiento portabebé.
-Don´t worry.
Aquella ciudad no era Nueva York. El avión que nos trajo desde Atlanta parecía de juguete. La azafata del vuelo transoceánico no podía entender que voláramos a Alabama desde Europa. Los taxis no encontraban clientela.
Una hora después apareció Anthony, el conductor que nos había prometido volver con una silla para el coche. Mostraba triunfante el artilugio, como un trofeo.
Cuando nos dejó en lo que parecía una casita de juguete, aislada en un descampado, se ofreció para convertirse en nuestro guía para la estancia en Alabama.
-¿De dónde eres? -le pregunté-.
-Soy afgano.
-¿Te gusta Birmingham?
-Es más asequible que otras ciudades americanas. Aquí puedo vivir. Por cierto, ¿cuánto pagas por noche? Seguro que puedo conseguiros algo mejor.