«… el hombre no está nunca perdido porque para eso está la ciudad (para que el hombre no esté nunca perdido)…». Luis Martín-Santos. ‘Tiempo de silencio’
Dicen los buenos escritores que los personajes dictan la novela. A algunos, los personajes se les presentan en sueños. Así le ocurrió a Antonio Tabucci con Pereira, ese viejo periodista sudoroso en aquel sofocante verano de Lisboa. A John Boyle le vino Bruno, su niño del pijama de rayas, en un estado entre el sueño y la vigila. Debió ser así, por su actividad febril. ¿Quién, si no, escribe una novela en tres días? Aunque luego tardes años en corregirla. Mercé Rodoreda escribió su ‘Plaza del diamante’ como quien monta un caballo al galope, controlando las bridas para no perder la narración.
Clara Usón sacó su novela ‘Corazón de napalm’ de algún sitio. Llevó durante años en la cabeza a Fede, observando a sobrinos e hijos de amigas, hasta que el adolescente maduró y saltó al papel. Supo que había encontrado el surtidor porque las piezas encajaron.
¿De dónde viene esta gente?