Tenía un compañero en la Facultad de Periodismo de Madrid que, ante la proliferación de estudiantes de distintas comunidades autónomas, solía decir: ‘Soy madrileño, ¿pasa?’. Al ararteko Iñigo Lamarca le costó un libro, una adolescencia y parte de una juventud reconocerse homosexual. Lo hizo de forma lenta pero rotunda. Su libro ‘Diario de un adolescente gay’, la versión castellana de ‘Gai nauzu’, ha tardado diez años en salir al mercado.
No ha tenido prisa. Supongo que en su día quiso explicarse a sí mismo. Y ahora desea contarlo a más gente. En la introducción presenta su declaración de intenciones: Ayudar a quien sufre, como sufrió él, a mitigar los dolores del alma. Y entender por qué tanta desazón y angustia en el hecho de sentirse homosexual.
Hace tiempo que Lamarca puede decir ‘Soy gay, ¿y qué?
Pero el camino no fue nada fácil. Basta con leer a obra. Que por cierto, escribió de un plumazo, como casi todos los buenos libros. Tardó más en corregirlo, claro. Y se ha tomado tiempo para reescribirse en castellano. Podía permitírselo.