Mi dentista me aseguró un día conocer la causa del declive deportivo de Pep Guardiola.
-Es un problema masticatorio -argumentaba-. El mal encaje de sus dientes le ha llevado a otros deterioros físicos. Fíjate en las fotos. Siempre aparece comiendo chicle.
Entre los elogios de ayer al entrenador del Barça se recordaban también los momentos oscuros y difíciles de su carrera deportiva.
Entonces me acordé del dentista.
Animada por la elegancia del corte del traje de Pep -qué bien les sientan estos dos piezas a los futbolistas- me puse a elucubrar.
¿Qué hubiera pasado si Guardiola hubiera abierto la carta que le escribió aquel galeno? ¿Y si hubieran terminado sus problemas deportivos?
¿Llegó aquella carta a su destinatario? Lo de Pep, ¿ha sido azar? ¿O ha sido destino?