Perdonen el tópico del titular. Alguien tuvo una idea brillante y se acabó el significado. De tanto usarlo. Pero sé lo que digo. Convivo este verano con fornidos abejorros que se columpian (que me perdone Juan Ramón) en las flores de lavanda que he plantado en la terraza. Nos llevamos bien. Son una especie torpona que asusta a los niños pero te respeta si tú la dejas en paz. Cada uno a lo suyo y relax para todos.

Lo de las hormigas y la cochinilla es una cuestión diferente. He perdido muchas batallas estivales contra este tándem aliado. Unas veces fue por falta de observación. Otras, por dejadez y cansancio. Y pagué mi error, que diría Maquiavelo.

Bajo el nabo de Semillas Elósegui aprendí que hormigas y cochinilla se favorecen mutuamente. ¿Recuerdan esa lección de ciencias naturales? La cochinilla, al comer los brotes tiernos de las plantas,  suelta una melaza que le dificulta el trabajo. Las hormigas se llevan la miel como reserva del invierno. Como en las fábulas.

Pero se han tropezado conmigo, I,m very sorry. Con ellas he dejado de ser budista. Y sin complejos. Es como lo de Pagafantas. ¿Tenerle pena? Que le pregunten a Samaniego.