A la vuelta de mi viaje a Galway arramblé con libros desperdigados por las estanterías de casa. Últimamente me da buen resultado seguir la intuición y no empeñarme en buscar un título perdido que aparece después de un gran esfuerzo y mucho movimiento de partículas depositadas. Es mejor, me digo, coger al vuelo aquel que por una razón que no comprendes te espera en lo que parece ser el momento preciso.

Eso ha ocurrido con ‘No ficción’, de Vicente Verdú, un autor que, he de confesar, me irritaba por causas desconocidas y que, como pasa con algunas personas, quienes más rechazo te producen más asuntos guardan para desvelarte. El momento preciso no llega con muchos clásicos y resulta que no puedo separarme del libro del valenciano. Cuenta que pasó años de pelea con las palabras. Ahora puede describir los síntomas del pensamiento -y el cuerpo-  desordenado.

“Sólo excepcionalmente todo parece en perfecto orden”, dice. “Aceptar  el desarreglo es condición para la serenidad”.

Había admitido, sin rebelarme, todo lo ocurrido antes de llegar al punto de embarque de Galway. Por eso me sentía feliz. Pero, qué raro. Faltaba media hora para la salida… y estaba sola.