Una vez al año mi padre llegaba a casa con una carta y varias invitaciones que subía del buzón. El colegio de Agentes Comerciales nos invitaba a las familias de los asociaciados a la proyección de una película, a cuya entrada, los niños seríamos obsequiados con golosinas. Creo que los convocantes del evento mantenían el texto de la carta cada año y se limitaban a cambiar el título de la película. De este modo mis hermanas y yo nos sabíamos de memoria el párrafo referente a las golosinas.

Pero los títulos de las películas también se colaron en la memoria. Uno de ellos era ‘El retorno de Maciste’. El contenido de la cinta se me ha olvidado completamente, mezclado, quizás, con las carreras de cuádrigas de Charlton Heston en ‘Ben-Hur’.

Estos días sin embargo Maciste ha regresado. Ha venido con  Roberto Bolaño, otro huido. Maciste es uno de los personajes de ‘Una novelita lumpen’, un relato inquietante en el que, como en las grandes historias, un sonsonete repetitivo recorre las páginas. En este caso son los colores del día y de la noche que mezcla la protaginista. Como las chuches de aquellas lecturas en voz alta de mi padre.