Durante un tiempo mi película favorita fue ‘Una canción Lily Marleen’. Y eso que un estudiante de cine me dijo en una de esas fiestas alcohólicas de los 80 en Madrid que era la peor cinta de Fassbinder. Pero a mí me daba igual. Era una fiel admiradora de Hanna Schygulla y aquellas sandalias con calcetines combinadas con abrigos de cuello de piel. Qué donaire al dirigirse a algún encuentro con un oficial nazi. Si la hubiera pillado Tarantino.

Ahora mi favorita es ‘Mamma Mía’. Qué fea aparece Meryl Streep. Qué mal canta, dicen algunos. Y qué poco parece importarle a ella. Pero a mí me ha convencido. Con sus viejas zapatillas de albañil en ese pie pequeño que pasan a primer plano mientras se derrumba, sobreactuada, en un sofá. Mírala. Ahora madre responsable y antes, un pasado de sombras. Una juventud alocada en la que nunca llegó a saber quién era el padre de su hija. Un atrevimiento.  Seguro que algún señor de los que castigan por tomar una birrita se la ha bajado ya de internet. Viciosillos.

Ay. Cuándo nos la echarán en el Velódromo. Se me pasa otro festival de cine. Qué rápido va todo.