Pocos lo entenderán pero ocurrió. Y fue en Edimburgo, tierra de episodios misteriosos. No hace falta ser la mujer del primer ministro japonés para que te ocurran fenómenos extraños. Caminaba sola por las animadas calles del Edimburgo prefestivalero cuando lo ví. Estaba apoyado en el escaparate de una tienda de moda de invierno para mujeres. ¿Qué hacía ahí?

Los avisos de que estás viviendo algo importante tardan en llegar al cerebro. Pero en aquella ocasión recibí un pequeño relámpago de luz. Y admiré el giro que el diseñador de aquellas prendas había sabido dar al tradicional estampado escocés.

Al día siguiente volví por casualidad. La tienda estaba cerrada. Regresé la otra mañana pero habían vaciado el local.  Descubrí con pesar que lo que yo quería era aquel niqui de verano en tonos pastel. Lo único que no vendían en las otras dos tiendas como aquella que descubrí en la capital escocesa. ‘Se lo han llevado a Glasgow’, llegó a decirme una dependienta. Consulté los horarios de trenes pero la razón me asistió a tiempo. Y frené.

Conseguí el niqui por correo. Hoy lo he visto en el armario. No lo había usado en todo el verano. No tiene bolsillos pero lleva oculto algún mensaje. Ahora intento descifrarlo.