El sábado pasado mi hija quinceañera estaba viendo ‘Casablanca’ en su portátil. Había quedado a las 5 y faltaban dos minutos para la hora. Como yo soy ex impuntual llevo mal que mi hija deje aflorar esta herencia.

-Apaga el ordenador.
-Queda un minuto, está a punto de acabar.
-Apaga el ordenador. Ten consideración con tus amigas.

‘Es una orden’, me faltó decir. Pero el tono fue suficientemente conminatorio. Se fue con un ‘adios’ irritado y sin darme un beso.

Una sombra de malestar me acompañó por la tarde. Ansiaba el reencuentro. Qué tranquila respiré cuando la ví, alegre y despreocupada. Pero el culpable vuelve al lugar del delito.

-¿Estaban tus amigas? -pregunté, masoquista-
-Llegué la primera.
-Yo te cuento cómo termina -traté de suavizar-. El avión despega. ‘Este puede ser el inicio de una gran amistad’, dice el personaje de la gorra.

Para entonces ella ya se había marchado corriendo.