Cambiar algo en la familia es como dejar de fumar. Te puede la costumbre. Los papeles están repartidos, muy marcados los caracteres y es casi imposible salirse del guión. Pero estaba decida a intentarlo. Y elegí la temporada de celebraciones.
-Estamos sin restaurante para el cumpleaños de tía B -solté a un miembro del colectivo acostumbrado a dejarse querer-. He llamado a ‘x’, a ‘y’ y a ‘z’ y están llenos. ¿Llamas a ‘w’?
Escuché un borrascoso silencio al otro lado del teléfono. Pero era tarde para echarse atrás.
-Yo apenas salgo. No sé dónde llamar si no hay sitio. No tengo ni idea, bla, bla, bla…
La parrafada terminó abruptamente. Colegí que se asumía la gestión, pero me acompañó un cierto malestar. Recordé las palabras del maestro -‘tolera la incertidumbre’-. Al rato recibí un sms -‘a las 2 en ‘w”-, rezaba. Mi anterior yo hubiera llamado pero el nuevo no lo hizo. Al día siguiente sonó el teléfono.
-Pensé que no habías recibido mi mensaje.
Buf.