Estaba en la barbería, digo en la peluquería de caballeros acompañando a mi niño y en uno de los periódicos -no era deportivo, es cierto, que había sobre la mesa encontré un artículo sobre Sara Carbonero. ‘El debate sigue’, o algo así se titulaba. Relataba que en la polémica -qué polémica debería haber con una periodista que hace su trabajo- iniciada por ‘The Times’ -este diario ‘serio’ defendió que la selección española perdió su primer partido por las distracciones del portero ante la presencia de la chica- había terciado el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja. ‘Telecinco es un ejemplo de malversación de los valores del periodismo’, había dicho.
Y si la chica es periodista, ¿qué valores ha podido malversar?, me pregunto. ¿Tiene que ser menos guapa? ¿Tenían que haberla quitado del puesto por ser novia de Iker Casillas? ¿Tenían que haber quitado a Iker Casillas de la portería por ser novia de Sara Carbonero? Me acerco a pagar la minuta y el peluquero me dice que a él al principio no le gustaba el fútbol pero que aprendió que en una barbería -ahora sí- es el gran tema de conversación.
Leo a Víctor Amela que entrevista a Katie Price, una especie de Belen Esteban ‘british’. ‘Tengo éxito para vengarme de los que me desprecian’, dice. Pues eso.