Cuando estudiaba para periodista escribí un reportaje titulado ‘Los
últimos republicanos’. Entrevisté a varios veteranos que me recibieron
en locales del viejo Madrid: casas antiguas, sin ascensor y con poca
pasta. Luego, aquel artículo -sin malicia para mí, joven e inexperta
promesa- se publicó en una revista asociativa en la que colaboraba. ¡Qué
placer descubrir en el papel impreso un reportaje destinado al
comentario de mi eficiente profesor! Pero nuestras obras alcanzan a
veces vida propia. Y aquel texto levantó ampollas. El jefe de la revista me llamó preocupado:
-¡Ay, Cristina, la que has armado! ¡Nuestros lectores son gente de ley y
de orden! ¡El texto les ha dado donde más les duele!
Aquello fue un buen entrenamiento para la profesión, pero las lecciones
tardan en aprenderse. Hay que ser estudiante con altas capacidades para pillarlas al vuelo.
Me lo dijo ayer un entrevistado ilustre: ‘Hay que aprender de lo que te pasa cada día’. Era el rey Baltasar (en la foto de Jose Mari López). ¡Gran revuelo en la Redacción y eso que no había niños!
Mi jefe de aquella revista tenían razón. No te atrevas con el trono.