Me lo dijo un entrevistado de la psicología espiritual o así: la persona
más desconocida es la que tienes al lado. Decía el hombre que en la
relación con la familia o la pareja nos alimentamos del tópico: son así y
reaccionarán de tal modo. Y poco a poco dejamos de verlos.

La comida de Reyes era pues una perfecta oportunidad. Yo miraba al tercer ‘hit’ de las Navidades como la ascensión a una cumbre:
la tradicional búsqueda de regalos en unas tiendas abarrotadas. El
rastreo de juguetes estrella agotados. Pero ya no compro juguetes y el
asunto se resolvió de forma fácil. Comimos el rosco con menos
estrés. Mis tías, en la esfera nonagenaria, recordaban que ese día se
celebraba el cumpleaños de la bisabuela. Los niños salieron al jardín a
jugar. La familia coincidió en la acertada elección del
restaurante. Nos disolvimos tarde y bien.

Anoche, cuando retiraba los zapatos del árbol de luces centelleantes, sentí una cierta nostalgia. Esto ya no es lo que era.