Como cierre de las Navidades y preparación de la vuelta al cole me tocó ayer enfilar el Opel Vectra hacia
ese barrio fantasmagórico -crisis del ladrillo mediante- en que se ha
convertido Riberas de Loyola. Allí varios padres organizaban a más de 20 niños para jugar al
balón, perdón, al fútbol en el ya popular ‘Soccerworld’. Cumpleaños infantil, ya sabes.
Niños a los que no les gusta el fútbol (los menos) y niños a los que sí (los más) se repartían en un par de campos de hierba artificial de alta tecnología para disputar el derby. Flotaba una tímida conversación, pero los padres sólo tenían ojos para los niños. Han jugado mucho a fúfbol y saben que cuando el mago lanza la moneda no hay que mirar a la mano, sino al metal.
Ver a chavales de tradicional buen humor enfadados por haber perdido, mirarles abandonar la mesa en un segundo para volver al campo y descubrir su entrega a la pelota me hizo reflexionar sobre los valores de la competición. La clásica pregunta de ‘¿por que somos nosotras las que nos hemos pasado la vida cocinando y ellos los que triunfan en los fogones?’ tiene muchas respuestas. Quizás alguna esté en la pelota.
Es sólo una reflexión de madre en jornada de puente. Dedicada a los niños de la foto de Gervasio Pérez en Camboya.