Los libros nos esperan. Es lo que hemos sostenido en este blog y que
repatea un poco. Porque si los libros nos esperan, todo lo que nos pasa
nos espera. El ‘Confieso que he vivido’, las memorias de Pablo Neruda,
parafraseadas por algunos grandes como el ‘Confieso que he bebido’
estaba en muchas estanterías junto al televisión en las casas de los
70. Era como los ’20 poemas de amor y una canción desesperada’. Si no
los tenías, bien podías escuchar a Luis del Olmo recitando alguno.
A mí el ‘Confieso’, por distintas curvas de la vida, me ha llegado
ahora. Fue un libro que cinco sobrinas regalamos a una tía en 1978. La
descripción de los paisajes del Chile de la infancia del autor invita a
pensar en emociones místicas. ¡Quia! Relata el chileno su visita a una
hacienda para la siega del trigo. Por la noche, tumbado en el campamento
y tapado por la paja, una sombra se aproximó. Quiso levantarse y
gritar. Pero una mano grande y trabajadora recorrió su rostro con
dulzura y un cuerpo de mujer se apretó contra el.
Aprendió a hacer el amor sin ruido. Y con la luz del día buscó entre la
gente a su acompañante. Aquella señora de las trenzas podía ser. Creyó
descubrir en ella una leve sonrisa mientras llevaba un trozo de asado
para su marido, uno de los dueños de la hacienda.
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