Lo de la energía nuclear es como creer en Dios, un asunto de fe. De vez en cuando leo en los periódicos a algún reconocido profesional -¿economista? ¿científico?- manifestar su pasión por la energía nuclear: la más limpia, la más segura, la que nos traerá la independencia energética. Obama acaba de defenderla. Desde alguna empresa estratégica le habrán llamado a la blackberry. Quizás hoy, con más datos del desastre en Japón, no se hubiera atrevido.
Como periodista volante me ha tocado varias veces informar sobre la llegada de niños de Chernobil a San Sebastián. Una de las veces, viendo sus caras -como la de la foto- publicamos una pequeña reseña de cada niño solicitante, con su imagen. 25 años después del accidente nuclear, los niños siguen con las defensas bajas y la tierra que les abastece de productos, contaminada.
Cada vez comprendo más a Mafalda.