Salió Galway. La idea inicial era algo borrosa. Este verano toca Irlanda, o así. Los niños se quedarían en San Sebastián y yo podría dedicar una semana a refrescar el inglés.
-Pero si este curso no has tocado un libro.
Con la técnica, esforzadamente practicada, de no entrar a trapo en la argumentación, avancé en esos tiempos de tribulación propios del inicio de un viaje. Eso y la concentración a la hora de hacer la maleta, espantando pensamientos del tipo ‘Quién me ha mandado a mí’, me llevaron hasta la cola de facturación de Ryanair en Biarritz.
Allí estaba. Había dejado a mi familia haciendio planes acuáticos. Mi vida sin mí. Definitivamente era el último verano en que les dejaba solos. Buscaría nuevas fórmulas.
Delante de mí, esperando su turno, una pareja con niño miraba de reojo a esta viajera solitaria. Recordar mis penalidades de madre me hizo fuerte. La sensación atravesó el mostrador de facturación.
-Llevas tres kilos de más. Procura que no vuelva a ocurrir.