A mí no me extraña que a Joyce le saliera su obra tan densa. A un país sin bikinis le falta alegría. Y eso que los irlandeses tienen fama de guasones. Hay quien encuentra la causa en la espuma de la Guiness. El día había amanecido nublado y frío y escapé a desayunar al bar universitario. Apenas 4 ó 5 mesas estaban ocupadas.
Abrí el libro.
“Preveo -dijo el señor Deasy- que usted no se va a quedar aquí mucho tiempo en este trabajo. Usted no ha nacido para enseñar, me parece. Quizá me equivoque”.