La entrevista transcurría por senderos neutrales. Nuevos modelos
energéticos. Eficiencia en el consumo y en el gasto. Tecnología
aliada. La humanidad va a mejor, ya sabes. No esperé a que se caldeara
el ambiente. Mi pregunta sonó como un bombazo. Pero el físico no eludió
la respuesta. ‘¿Cómo se produce un descubrimiento científico?’
-Tú buscas una cosa- relató-. Preparas el experimento. Éste parece
adquirir vida propia y, con suerte, aparece algo. Pero siempre es
distinto de lo que esperabas. Lo decía Pasteur: ‘La fortuna favorece a
los que están preparados para ella’. Pero la mayoría de los
descubrimientos se producen por ‘serendipity’, que decimos nosotros.
Buscando una cosa, aparece otra.
Ahí estaba. Tenía mi palabra. Empecé a indagar. El término viene de un
cuento. Y por eso no está en muchos diccionarios de inglés. Es un
relato de Horace Walpole, ‘The three Princes of Serendip’ -gracias
Andrés Agostini- . En él, los protagonistas siempre descubren, por
accidente o sagacidad, cosas que no estaban buscando.
Propongo un término similar. ‘Casualidad’. Conjunto de cosas que no se pueden prever ni evitar. Lo dice la RAE. Misterioso.