En Donosti aún somos hijos del ‘Prohibido pisar el césped’. No hay
quien se atreva a sentarse en medio de la hierba en el parque de Ayete.
Aún recuerdo al alcalde Odón Elorza en una rueda de prensa animando a
los ciudadanos a transgredir las antiguas prohibiciones, después de
algún viaje a Londres. Pero de la antigua educación algo queda. Tendrán
que venir varias generaciones educadas sin el cartelito. Los
zipi y zape ya no están de moda. Un anuncio restrictivo era un incentivo
para ellos. Los gemelos del flequillo no son necesarios.
Todo esto pensaba ayer en un paseo a las cuatro de la tarde por el
parque de Ayete. Brillante otoño, pero ¿dónde estaba el público?
Apenas atisbé a lo lejos el bastón de un jubilado. No somos Londres.
Aunque algún día lo seremos, dirán en el Consistorio. Parte del parque
está cerrado. Las obras en el Palacio para convertirlo en Casa de
Cultura continúan. Habrá libros para que la gente los lea tumbada al
sol. Paciencia. En Edimburgo, a la hora del almuerzo, la gente da vueltas buscando un banco libre.
¿Edimburgo? Hummmmm.