Era una noticia extraña. Por lo menos
‘La Vanguardia’ había tenido el detalle de publicarla. Ocupaba un mínimo espacio en el periódico del jueves. Un breve, que decimos los periodistas. Aparecía, eso sí, en una página impar. Las más elegantes.
La noticia estaba datada en Somalia y no tenía nada que ver con el Alakrana. Informaba de que una joven de 20 años, acusada de adulterio, había muerto lapidada en público. La chica, divorciada, había dado a luz a un bebé muerto. Había sido acusada de mantener relaciones sexuales con un soltero de 29 años, castigado, a su vez, con 100 latigazos. La milicia radical islámica Al Shabab, afín a Al Qaeda, había decidido. Poco dados a la compasión, habían enterrado a la chica hasta la cintura y la habían apedreado hasta la muerte. Ni en los tiempos de Goya, oiga.
Estoy con Innerarity. Dice el filósofo que la globalización nos ha hecho líquidos, hemos dejado de ser terrestres. La justicia ha de buscar, como el agua, cauces universales. Lo que pasa en Somalia nos compete a todos. Algún día una noticia así se leerá en primera página del periódico.
El agua siempre encuentra su cauce. Es un consuelo.