Richard Bandler y John Grinder, los inventores de la Programación Neurolingüística estudiaron cómo trabajaban los tres terapeutas con mejores resultados en Estados Unidos: Virginia Satir, Milton Erickson y Fritz Perls. Buscaban un modelo para que cualquier terapeuta pudiera
obtener aquellos logros. Observaron que los tres establecían con sus pacientes una comunicación muy especial. Fue el patrón que se desarrolló.
Me dio por pensar en la PNL en la comida familiar de Reyes, en un restaurante de la Parte Vieja repleto de gente. El local lucía numerosas fotografías de visitantes ilustres. ¿Un nuevo caso de excelencia?
Si era así, ¿qué hacía diferente a aquel local? Estaba la sonrisa del anfitrión. Todo apuntaba a que aquel era un hombre que sabía disfrutar de la vida. Si era así, conocía los trucos para hacer disfrutar a los demás. Generosidad. Elemento necesario para ofrecer en un restaurante el mejor género. Y para terminar, una cierta campechanía. Sin vacías sofisticaciones.
Hasta parecía que los Reyes habían acertado con sus regalos. Pero hoy, día de los cambios, se ha visto que era un espejismo. Al menos entre mis hermanas. Con ellas no logro la excelencia.