Un compañero me regaló un libro que le mandó alguna editorial.
-Puedes tirarlo a la basura si no te gusta.
La portada lucía el rostro de un ser asexuado y su título era ‘Autobiografía de un yogui’, de Paramahansa Yogananda. Así.
Pasé muy buenos ratos leyendo las aventuras de este Quijote indio que se reía de sí mismo y de su afán por encontrar a Dios desde niño. Al protagonista le pasó como a aquellas jóvenes que anuncian a sus padres que quieren dedicarse al ballet.
-Sí. Pero tendrás que estudiar otra cosa para ganarte la vida.
El joven destinaba todo su tiempo libre y su dinero a conocer a yoguis y formarse en las cuevas donde éstos se retiraban. No todos los instructores salían bien parados en su relato.
Al final de su periplo Yogananda no llega a ninguna conclusión. Pero algo descubre por el camino. “Si aprendemos a calmar las olas mentales de los pensamientos mediante la varita mágica de la concentración, contemplaremos entonces, en nuestro espejo mental, el poder perfecto del alma para conquistarlo todo”. Estas cosas dice.