Acudir en pareja y con niños a comidas de amigos es una actividad de riesgo. Por un lado te sitúas en el punto de mira. ¿Quién se levantará a atender a los pequeños?
En una boda familiar, hace años, fue muy comentado el caso del primo Juan, por cómo atendía a sus hijos, Muchas féminas miraron con extrañeza y admiración a su mujer, Mariluz. Hoy la lección está más aprendida y, en general, son ellos los primeros que se levantan de la mesa.
Un halo de satisfacción recorre el grupo cuando los aitas cortan el filete. La familia está salvada. Pero hay asuntos pendientes que estallan en público. Las parejas son entes vulnerables. Y más cuando media una sidrería.
Yo había acudido de ‘soltera’ así que me dediqué a escuchar. Era una ocasión de oro. En frente tenía a tres padres.
-Hoy le he puesto una camisa al pequeño y ha saltado la bronca. -’Si es de casa’, me ha gritado su madre.
-Al final pones cara de tonto y no tomas nunca la iniciativa -respondía otro-.
-Yo estoy en la esquina y prefiero callarme. Si no, me llega alguna…