Chica, qué complejo es todo. Me lo dijo una vez un teólogo: ‘No somos
una sociedad hedonista, somos una sociedad compleja’. Y así titulé mi
entrevista, como si buscar el goce fuera algo reprobable, mira que lo
malo ya viene solo.
Vayamos a lo primero. Estábamos el domingo en una terracita soleada y
protegida y yo venga tirar de la lengua a mi madre para que me relatara
la relación familiar con el aperitivo. Buscaba algo épico, tipo: ‘Tus
tías en vacaciones no perdonaban el vermú’. Pero nada. Que no cuajaba.
Aquella falta de entusiasmo se debía, seguro, a que yo perseguía un
objetivo. Y así era. Un post sobre el vermú.
Me centré por tanto en disfrutar de mi propio Martini. Con su aceituna.
Mmmmmm. Pequeños placeres. Encauzaba mi tema cuando leí en El Mirador
de Urgull que la patata de Álava corre peligro. La Comisión Europea ha
aprobado el cultivo de una patata transgénica, ofrecida al mundo por
una empresa química. Qué fuerte les ha dado a las químicas por la
alimentación. Hasta nos ofrecen sus propios tubérculos.
Llamadme tradicional. Pero yo, con López de Uralde. Salvemos la patata. Que no nos chafen el vermú.