Estaba pensando yo en Lavinia y en las uvas que regala en la representación de ‘Titus Andronikus’ en Tabakalera y se me quemó la cebolla que había decidido pochar para mi nueva receta de acelgas. Quería escribir sobre este personaje que la Fura retrata de forma tan sensual. Y quise ganar tiempo. Algo incompatible con la cocina. No se puede cocinar deprisa. La buena mesa requiere dedicación y mimo. Pero corrí a documentarme acerca de esta desdichada mujer. Y supe que Shakespeare pudo escribir esta obra tan extrema como burla a las de su contemporáneo Christopher Marlowe, que rociaba de sangre sus escritos para contentar al público.

Ummmmm. Me dije. Pero para entonces ya se me habían quemado los ajos. Los retiré. Seguí indagando. Lavinia, originaria de Roma, quiere decir el nombre. Había quedado poco sofrito pero añadí las acelgas, con sus patatas y zanahorias. Batí un huevo, le eché un chorrito de vinagre y mezclé todos los ingredientes. El crítico Harold Bloom escribió que a la desdichada Lavinia la golpean por todas partes. Incluido su gran defensor. 

Mi receta pasó bastante desapercibida. De postre había fresas. Aquí la cosa mejoró. Como las uvas. Un valor seguro.