Aquellos dos tipos se estaban enfadando. Así no había forma de coger un balón. Abrazos para impedir los pases, empujones, tirones de camiseta, saltos y burlas. O eso parecía cuando aquel gigante movía sus manos abiertas delante del jugador contrario, como señalando al avión la pista de aterrizaje. ¿Qué era aquello? El baloncesto se había convertido en un deporte de contacto. Un cuerpo a cuerpo. Qué mente tan fría había que tener. Y en la canasta contraria el acosado se convertía en acosador.

Quizás aquello terminara mal. Sonaba ya la charanga del fin del partido y un periodista saltó a la cancha. El entrevistado era uno de los involucrados en la pelea.

-Se han marcado ferozmente -comentaba el reportero-

-Sí. ‘X’ es mi amigo. Y la pelea es mayor. En la cancha jugamos a cara de perro. Pero cuando el partido termina somos inseparables. Es el jugador más divertido que conozco.