Con mi peluquera suelo hablar de los productos que te preparan la piel para el sol. Come mucho tomate, gazpacho, remolacha, zanahoria, me recomienda. Estos ingredientes ‘rojos’ iluminan la piel blanca del invierno y es más fácil coger color sin quemarse. Poco a poco le voy haciendo caso y ya sólo me falta hacerme con una receta de gazpacho para comprenderla. Cuánto de sí le dio a Camus aquel jugoso melocotón que se comió al sol del Mediterráneo, por no hablar de las paellas que ha descrito Manuel Vicent en sus columnas veraniegas de El País.

Mientras la inspiración llega, disfruto de las secciones de plantas de los periódicos. Hoy ha sido un gran día. La Vanguardia en su sección de jardinería (suplemento Vivir) habla de las mahonias. Los jardineros, dicen, son los nuevos filósofos. Al ser un arbusto de hábito rastrero, dice el reportero, sus toscas formas parecen no decir nada. Ajá. Para apreciar sus flores incluso hay que agacharse. Buf. Son uno de los manjares favoritos del mosquitero común (un pájaro). Aún formando matas que no hallan estilo, difunde un agreste hechizo. OK. En zonas frías cobra una fascinante fuerza colorista. Ummm. Las relaciones entre clima y cromatismo resultan intrigantes.

Aquí un misterio.