Estuve a punto de conseguirlo. Yo había acudido a uno de esos cursos de
inglés in situ a los que me escapo para que no se me duerman del todo
las neuronas de madre nutricia. Durante una semana al año me embarco en
un vuelo barato, llego a un país de habla inglesa y asisto a mis clases
como una estudiante más. Es una vocación tardía que empieza a
complicarse ahora que mi niña ‘teen’ demanda su propio espacio de
aprendizaje. Compramos juntas en Blanco y nos vamos por separado al
extranjero.

Pues bien, en mi última aventura británica coincidí con dos chicas
sevillanas. Una de ellas iba a proporcionarme su receta de gazpacho.
Pensé que era mi ocasión, que ya no tenía ninguna excusa para la
práctica de la sopa fría. Pero mi tiempo no había llegado.

Noto sin embargo que el momento se acerca. Mi peluquera -que no cocina-
sigue hablándome de su marca de gazpacho favorita. Que coincide, por
cierto, con la que compra mi madre. Demasiada casualidad. Pienso en el
gazpacho y empiezo a salivar. Ya me estoy viendo este fin de semana con
mi delantalito y mi batidora. La ocasión se acerca. ¿Cómo fue tu
primera vez?