Vi ayer el gol de Messi en el partido contra el Arsenal. La pelota no entró en la portería pero ese pequeño detalle no importó al jugador. Hubo un rebote, un movimiento de balón y la pelota volvió al argentino de forma atravesada. Pero él chutó para atrás. Y metió gol.
Esto, claro, no es una crónica de fútbol. Pretende analizar el comportamiento humano. ‘Conocemos el miedo al fracaso, pero también existe el miedo al éxito’. Algo así dijo un decepcionado Martín Lasarte tras el partido de La Real del lunes. Dicen que los buenos jugadores y los buenos músicos salen de lugares grises y deprimidos donde hay que poner ilusión para escapar de la mediocridad.
¿Tendrá la culpa San Sebastián, bella madre distante, del miedo al éxito de los futbolistas que acoge? ¿Habrá que encontrar en la verde Gipuzkoa la explicación de esta falta de brío? Ay.